domingo, 21 de junio de 2009

PERÍODO ARCAICO


El progresivo proceso colonizador extendió los límites del mundo griego a la península Ibérica, el sur de la Itálica (la llamada Magna Grecia), Tracia, la península Calcídica, la costa africana (en Egipto), Asia Menor y el Ponto Euxino (mar Negro).

El nacimiento de la ciudad

Otros importantes procesos de transformación, en los órdenes social y político, estaban teniendo lugar de forma simultánea a las colonizaciones. No existe acuerdo unánime entre los historiadores acerca del momento de aparición de las primeras ciudades, pero lo que sí es seguro es que ya existían en el siglo VIII a.C. El término polis (‘ciudad’) servía para designar a una comunidad independiente y dotada de sus propias instituciones que vivía sobre un territorio en el que había un espacio rural con pueblos y otro urbanizado en mayor o menor grado. Sin embargo, no todas las zonas griegas alcanzaron al mismo tiempo este estadio de desarrollo, siendo la costa de Jonia el ámbito en el que antes se logró. La organización social de la ciudad reposaba esencialmente en la existencia de hoplitas (ciudadanos-soldados).

La evolución política y social de las ciudades griegas durante el periodo arcaico es aún mal conocida. Las monarquías serían progresivamente reemplazadas, entre los siglos XI y VII a.C., por oligarquías. De este modo, el poder pasó a los jefes de las grandes familias que poseían la tierra y, por consiguiente, la riqueza y las armas. Entre ellos escogían a magistrados temporales, que eran denominados arcontes en Atenas y éforos en Esparta.

En los siglos VII y VI a.C., la aristocracia dominante tuvo que hacer frente a graves disturbios derivados de los problemas económicos y sociales que el modelo vigente generaba; estos eran, principalmente, el notable incremento de los campesinos sin tierra y el descontento de una clase mercantil nacida como consecuencia de la colonización y que reclamaba derechos políticos. Ciertas ciudades, como Atenas, remitieron la solución de estos conflictos a legisladores (como Solón y Dracón), mientras que otras recurrieron a la acción de aristócratas locales, a menudo jefes militares, que recibieron el nombre de tiranos.

Las tiranías

Si bien es cierto que su extracción era aristócrata, los tiranos gobernaron sin tener en cuenta a los individuos de su mismo origen (incluso a veces, contra ellos). Algunos se revelaron como hábiles dirigentes y fortalecieron su ciudad; un ejemplo de esto último fue Polícrates, tirano de Samos en el periodo 535-522 a.C. Pero, en cualquier caso, los regímenes tiránicos no pudieron resistir a la voluntad de los individuos de obtener auténticas responsabilidades políticas y convertirse, realmente, en ciudadanos.

El periodo de las tiranías (c. 650-500 a.C.) se caracterizó por ser una época de notable vitalidad cultural y económica. Los intercambios comerciales, en particular por vía marítima, se multiplicaron, y el uso de moneda se tornó esencial. El desarrollo de actividades culturales comunes en el conjunto de todas las ciudades griegas fue, junto a la lengua y la religión, uno de los principales factores de cohesión en una antigua Grecia caracterizada, en lo político, por la desmembración. En este sentido, cabe mencionar la importancia de los juegos impulsados en diversas ciudades: los panhelénicos u olímpicos (organizados en Olimpia desde el 776 a.C.), los píticos (promovidos en Delfos), los nemeos (en Nemea) y los ístmicos (en el istmo de Corinto). Estos eventos contribuyeron de forma decisiva a que los antiguos griegos adquirieran conciencia de su adscripción a una misma civilización.

Emergencia de Atenas

Convertida, junto con Esparta, en una de las principales ciudades-estado griegas entre los siglos VIII y VI a.C., Atenas vivió una original y peculiar evolución política e institucional. La monarquía hereditaria fue abolida en el 683 a.C. por y en favor de los eupátridas, clase aristocrática originada de la poderosa oligarquía terrateniente que conservaría el poder hasta mediado el siglo VI a.C. Los eupátridas eran la única fuente de derecho y podían llegar a ser arcontes, magistrados responsables de la dirección de los asuntos bélicos, religiosos y legislativos, elegidos anualmente por el Areópago, el consejo de notables cuyos miembros, además de esta capacidad electiva de los arcontes, representaban la máxima instancia judicial.

El descontento con este sistema era generalizado, y el intento de tiranía de Cilón (632 a.C.) pretendió, sin éxito, acabar con él. En el 621 a.C., el arconte Dracón, en ese contexto de profunda y continuada agitación social, codificó la legislación ateniense; las severas leyes draconianas limitaron la capacidad judicial de los areopagitas, pero no pudieron resolver otro de los grandes motivos de malestar de la sociedad ateniense: la crisis económica.

El segundo golpe para los intereses de los eupátridas fue protagonizado por el legislador Solón, elegido arconte en el 594 a.C., después de que una grave crisis agraria condujera a la esclavitud a muchos campesinos libres que no pudieron hacer frente a sus deudas. Solón prohibió los préstamos realizados bajo el aval de la libertad del deudor; canceló todas las hipotecas y deudas; e impulsó el comercio y los oficios liberales. La reforma legislativa y constitucional que le es atribuida reemplazaba el privilegio de nacimiento por el mérito de la fortuna para acceder a las magistraturas y cargos públicos. La sociedad quedó dividida en cuatro clases, atendiendo al criterio de riqueza, cada una de las cuales tenía que asumir ciertas obligaciones (lo que suponía la asunción del concepto de responsabilidad del ciudadano). La última de esas clases creada por sus leyes era la de los thetes (aquellos que no tenían propiedades), quienes no podían acceder a las magistraturas y cargos políticos pero sí participar en la Asamblea popular (Ekklesia). Otras instituciones de nuevo cuño fueron el Consejo de los Cuatrocientos (que realmente supuso una nueva Bulé), con iniciativa legislativa; y el tribunal popular de los heliastas (así llamados por reunirse en la plaza Heliea al salir el Sol). Las reformas de Solón introdujeron los fermentos de la democracia en la vida ateniense.

En el 560 a.C., Pisístrato, apoyado por el pueblo, se hizo con el poder en Atenas y se convirtió en tirano. Su gobierno (hasta el 527 a.C.), en el que le sucederían luego sus hijos, Hipias e Hiparco, supuso un periodo de gran prosperidad para la ciudad. Sin embargo, el régimen de los Pisistrátidas, que terminó por ser considerado despótico, finalizó de modo violento; Hiparco fue asesinado en el 514 a.C., e Hipias tuvo que exiliarse tras ser apartado del poder por una insurrección popular en el 510 a.C. El poder ateniense regresó entonces a manos de la oligarquía.

Sin embargo, a partir del 510 a.C., el legislador Clístenes, miembro de una familia aristocrática (los Alcmeónidas), adoptó una serie de medidas que reconstruyeron profundamente el sistema político ateniense. Pese a la hostilidad de la aristocracia, pero con el apoyo de la facción democrática, Clístenes amplió el número de las tribus de Atenas (las cuatro existentes se fundamentaban en las relaciones familiares y constituían el pilar de la aristocracia). Las 10 nuevas tribus no estaban basadas en el criterio gentilicio, sino que reflejaban la división geográfica de la sociedad y representaban a otras tantas regiones del Ática; esta transformación introdujo un mayor grado de igualdad entre los ciudadanos ya que, a partir de entonces, la participación en la vida pública y el acceso a la misma pasaron a depender del lugar de residencia y no de la fortuna (cada tribu enviaría 50 representantes a la Bulé, que se convirtió así en Consejo de los Quinientos). Además, dispuso salvaguardias para eludir nuevos gobiernos tiránicos; en particular, la figura del ostracismo, medida jurídica que, previa aprobación por mayoría simple, permitiría el destierro por diez años de aquel ciudadano que fuera considerado peligroso para el bienestar público. En virtud de todo ello, se considera que Clístenes sentó las bases institucionales y los principios de la democracia, siendo en ocasiones calificado de ‘padre’ de la misma. Esta evolución política estuvo acompañada de la bonanza económica y la apertura cultural.

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