Los primeros torneos consistían en que un grupo de nobles y sus caballeros formaban dos pequeños ejércitos, acordaban unas cuantas normas básicas y se preparaban para luchar por un terreno determinado durante un día concreto, o parte de un día. Si algún señor había invitado a otros, probablemente demostrara su larguesse otorgando premios a los caballeros que hubieran combatido valientemente.
Una de las normas de los torneos consistía en que si a uno hacían prisionero, debía entregar su caballo, sus armas y su armadura a su captor y pagar un rescate, como en la guerra real; no resultaba fácil juzgar un ataque a campo abierto en un terreno que podía abarcar muchas millas, pero no cabía duda quien había capturado a quién. Los caballeros aceptaban la casi total certeza de que iban a terminar el día agotado y lleno de magulladuras, con bastantes probabilidades de resultar heridos o lisiados o resultar muertos si la habilidad o la suerte les fallaban.
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